miércoles, 24 de noviembre de 2010

Enemigos Intimos


El 12 de febrero de 1976, el escritor Gabriel García Márquez se encontraba en una exposición privada de la película “Odisea en los Andes” cuando de repente ve a Mario Vargas Llosa acercándose hacia él, Gabo le dice “Mario…” cuando de repente su saludo se vio interrumpido abruptamente por un puñete propinado por éste y pasó inmediatamente a estar tirado en la alfombra, bañado en sangre. Ante lo sucedido, Gabo y los demás invitados se sorprendieron ante tal situación; Francisco Igartua, quien se encontraba acompañando a García Márquez, se lo llevó inmediatamente y le consiguió un bistec para bajarle la hinchazón del ojo de Gabo.

El fotógrafo Ricardo Moya fue el que fotografío el ojo morado de García Marquez. Nisiquiera el escritor sabe la razó exacta por la que su “amigo” le dio tremendo golpe, muchos manejan muchas hipótesis, que Gabo le quiso robar la mujer a Vargas Llosa. Ésta por ser una especulación, ya que no se encontraron indicios de que sea cierto, fue dada de baja. Muchos cuentan que cuando Vargas Llosa llegó al hotel donde se encontraba con su esposa, ésta le gritó, ya que la primera razón que se le venía a la mente a las personas era que la pelea fue por un “lio de faldas”, que obviamente involucraba a Patricia, esposa de Vargas Llosa.

Otra hipótesis era que el incidente se debió a las diferentes posiciones políticas que tienen los dos escritores, según el periodista Francisco Igartua dice que el Vargas Llosa le pegó por éste motivo, pero lo disimuló con el incidente de lo que Gabo le hizo a Patricia en Barcelona, declaraciones que fueron negadas por Vargas Llosa quien adujo que todo es falso. Además, para que no queden dudas, Vargas Llosa dijo que su distanciamiento con el escritor fue por un motivo personal.

La tercera de ellas es que el escritopr se dejó llevar por la ira que le causó que Gabo y su mujer le aconsejaran a Patricia, esposa de Vargas Llosa, que se divorcie de él; debido a que éste tuvo un tórrido romance con una modelo norteamericana en Finlandia. Sea cual fuere la razón, esto ha hecho que hasta el día de hoy ninguno de los dos escritores de hable.

1 comentario:

  1. Estimada Gaby:

    Te adjunto el comentario de Paco, que fue escrito en su libro "Huellas de un destierro", saludos.

    "Recién unos minutos después de partir hacia el hotel habló Mario. Estaba preocupado por lo que diría la prensa. Wong se comprometió a tratar de reducir al máximo la publicidad del escándalo.

    –Porque será imposible callarlo por completo. Ha habido demasiada gente relacionada con el periodismo a la hora de su gancho de derecha, mi estimado Mario...

    Los tres reímos, pero conteniéndonos. El asunto no estaba para bromas...

    –Yo creo, Mario, que estás ofuscado por la reciente posición del Gabo y has querido disimular tu enojo político con eso de “por lo que le hiciste a Patricia en Barcelona”... Pero así has agravado tu desborde boxístico... Aunque no es hora de lamentar sino de lograr que los periódicos sean discretos y eso queda en las buenas manos del señor Wong.

    Al poco rato, gracias a la habilidad del chofer, estuvimos en la puerta del hotel, en la Zona Rosa. Wong se despidió y los dos bajamos del auto y directamente fuimos al cuarto. Patricia esperaba a Mario con los cañones listos para disparar y disparó. Estaba enterada de todo.

    –¡Imbécil! ¡Creeetino!... ¿Qué te has creído?... Me has puesto a mí de hazmereír público.

    Y voló una lámpara por el aire en dirección a la cabeza de Mario.

    –Me ha llamado la Gaba, medio mundo... ¡Eres un imbécil! ¡Creeetino!...

    El fuego de Patricia iba creciendo y las lámparas volaban por los aires en búsqueda de la cabeza de Mario, quien, hierático, no abría la boca... Me deslicé al teléfono y llamé a Clemen. Era la única que podía apagar el incendio. Yo no me atrevía a soltar una palabra.

    A pesar de la distancia y del tránsito, Clemen llegó en pocos minutos y su presencia tuvo la virtud de que se aquietaran las llamas. Se acercó a Patricia, le habló y la hizo reflexionar... Hubo un largo y quieto silencio, que yo me atreví a romper:

    –Lo prudente, me parece, es que salgamos a cenar –y así fue.

    A pie nos dirigimos los cuatro a un restaurante cercano, creo recordar que era de comida alemana, y durante la cena no se volvió a tocar el tema como no fuera para hacer unos chistes medidos, muy mesurados, hasta insulsos. La presencia de Clemen había traído la paz.

    Al día siguiente los periódicos no fueron un modelo de discreción, aunque sin exageraciones. Y el ambiente que rodeó al “suceso de la semana”, que amenazó un momento con volverse una riña de dimes y diretes de barrio bajo –”mi marido no se acuesta con feas”–, por fortuna, en pocos días se esfumó".

    Archivo Revista Oiga

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